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Crítica: Shortbus, de John Cameron Mitchell

Hedwig and The Angry Inch es una explosión. Sin embargo, Mitchell baja el ritmo en su segunda película y deja al espectador pidiendo más.

Publicado: 2014-06-27

Yo no habría llegado al cine de Cameron Mitchell si no hubiese sido porque mi hermana un día me recomendó encarecidamente que vea una película titulada Hedwig and The Angry Inch (2001). Divertida, explosiva y con mucho rock and roll, la película terminó por convertirse en uno de mis musicales favoritos del cine. Además ─a pesar de haberla visto casi diez años después de su estreno original─, me pareció un debut fantástico para un director realmente prometedor.

cameron mitchell interpretando a hedwig en su ópera prima, hedwig and the angry inch

Algo más que sexo

Y así, vuelvo nuevamente al cine de Mitchell. Esta vez con Shortbus (2006), en la que vuelve a hacer de director y guionista, pero también en la que repite su papel de provocador, ya que todas las escenas sexuales de esta película son explícitas. Y sí, hay muchas.

En esta ocasión, la historia que plantea el cineasta canadiense es la de un grupo de gente que tiene que resolver sus conflictos personales y de pareja a través de la aparente resolución de sus dificultades y frustraciones más superficiales: las sexuales.



Cameron Mitchell plantea, sutil y astutamente, en su historia de reparto coral que en el sexo hay cosas más allá de las que vemos a primera vista. Los personajes de la película, en su búsqueda de resolución a sus problemas ─la depresión, las inseguridades, la dependencia─ se encuentran al sexo como gran obstáculo que se interpone entre ellos y la paz personal. Por ello es que el escenario ideal de esta película es el club sexual-artístico, que recibe el nombre de Shortbus, un lugar en el que las limitaciones desaparecen casi en su totalidad.


■ Así, conocemos a Sofia y Rob, una pareja que está felizmente casada. ¿El problema? Sofia no sabe lo que es sentir un orgasmo. 

■ Conocemos también a "los Jamies" (Jamie y James), una pareja de cierto prestigio en el mundo homosexual, una pareja perfecta al ojo de todos. ¿El problema? James no deja que Jamie lo penetre.

■ Conocemos finalmente a Severin ─cuyo nombre real es el mejor gag de la película, sin duda alguna─ una dominatrix, cuyo problema es que no puede tener una conexión sentimental con nadie.

¿Pero de qué trata realmente?

Shortbus trata, fundamentalmente, del viaje emocional que vive cada uno de sus personajes, de cómo cada uno de ellos aprende a superar ciertos traumas y a cerrar aquellas heridas que no los dejan avanzar. La película es, en realidad, el relato del viaje que realizan todos ellos para alcanzar su propia satisfacción.

Rob y Sofia

Y aunque sea Sofia quien guíe la narración de la película, y a pesar de que con su orgasmo la película encuentre su clímax, el verdadero tesoro de la película reside en el retrato del depresivo James, interpretado impecablemente por Paul Dawson. 

Mitchell cuenta que para desarrollar a los personajes se pasó casi 3 años con cada uno de los actores. Y al ver la película uno puede reconocer que el esfuerzo no fue en vano.

No obstante, el film pierde fuerza y ritmo cuando se ve atrapado entre los códigos del drama y la comedia, sin saber con qué enfoque quedarse. En los últimos minutos de metraje, curiosamente, la fuerza musical de la película cobra fuerza y es ahí cuando la película emociona más, llega más, cumple más. No quiero decirlo aún, pero las comparaciones son odiosas.

Las odiosas comparaciones

Los 'Jamies'

El gran problema de Shortbus es que llega después de Hedwig and The Angry Inch. Sí, las comparaciones son odiosas, pero en ocasiones son inevitables. Shortbus te hace extrañar el ritmo vertiginoso de la ópera prima de Mitchell, aunque, también es cierto, este segundo largometraje es un intento más que arriesgado para jugar con las formas de Hollywood a la vez que se analiza la dinámica de las relaciones humanas y el papel que juega la sexualidad de los personajes.

La relación entre Sofia y los Jamies o la que existe entre Sofia y Severin, a momentos, parecen estar forzadas y proyectan una imagen de desconexión entre los dilemas personales de unos y otros. Quizás en las escenas en las que la banda sonora se hace más presente también es cuando estas historias se sienten más unidas, todas en la misma armonía, haciendo el mismo viaje.


En definitiva, Shortbus es una película pajita, chévere, pulenta, sin más. Lo que menos llama la atención al final, eso sí, es su carga sexual desmedida. El segundo film de John Cameron Mitchell es un genuino (pero insuficiente) retrato de una sociedad que ansía liberarse y superar cualquier frustración.


Escrito por

Carlos Q.

Del '93. Periodista por la Universidad Rey Juan Carlos y tester de videojuegos. Hincha del Alianza Lima y de las películas de Dan Sallitt


Publicado en

El Cine de La Madriguera

El blog cinéfilo de Charlie Simons